Abajo los "opinólogos"

Una de las mayores escorias de la sociedad son los opinólogos, esos que salen en Televisión opinando de cualquier cosa sin tener la más mínima idea de lo que hablan y que sólo están ahí porque no son capaces de forjarse una carrera por su cuenta, y deben hablar de la de los demás para tener tribuna.

Pero la especie que más aborrezco, son los opinólogos de papel, esos que sin ser ni siquiera personajes de la farándula, opinan. Me refiero a la gente que habla de tu vida por hablar. Esos que inventan cosas que no son, que no tienen fundamento alguno y que, sin darles arte ni parte, se sienten capacitados para comentar cosas que no les competen.

Una cosa es comentar cosas, pero otra muy diferente es divulgar la vida de los demás en el boca a boca, creando falsas historias por el mero hecho de no tener vida propia ni nada que resulte importante para los demás. Para ellos, para los fracasados en la vida, para los que no son capaces de disfrutar de su individualidad, para los que no tienen más tema que "los otros" van estas líneas de compasión, de pena, de vergüenza ajena.

Es mejor, sobre todo después de lo aprendido en la universidad, hablar de lo que se sabe, de lo nuevo, de lo interesante, de los hechos concretos y reales, dejando de inventar tramas inexistentes y vacías que solamente crean realidades de cristal que sólo dañan a la persona en cuestión y poco aportan a la sociedad. ¿Te sientes bien desperdiciando cinco años de formación profesional?

Que cada uno viva su vida de la mejor forma que le parezca y que los demás dejen de traspasar ese espacio vital que nos pertenece a cada uno. Así la sociedad es más madura, más civilizada y más verdadera. Dejemos el mito del "big brother" para la televisión y para los ociosos, que la vida propia es mucho más interesante y entretenida que la ajena, si es que sabemos vivirla como corresponde.

Antes de opinar sobre los demás, mejor trata de ver lo débil que es tu propia realidad, que ahí seguro que se necesita un trabajo mayor para darle "interés" a la existencia particular, antes que alimentar falsamente la de los demás.

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