El viaje a Lisboa

La geografía de Lisboa, otra de las ciudades de las 7 colinas, está abierta al río Tajo y al océano, en una línea que asciende y desciende, hacia y desde las aguas.
Desde antes que el avión aterrice, ya se pueden contemplar las siluetas de la naturaleza y de como el hombre se ha ido adecuando a esos accidentes.
La primera impresión de la gente de Lisboa fue negativa. No porque fueran poco amables o cerrados a los extranjeros, sino porque nada más llegar, el taxista nos timó: de 10 euros pasó a cobrar 20, con toda su caradura. Y con pocas ganas de pelear en portugués y con la necesidad de llegar a destino, le pagué los 20 euros con el posterior dolor de orgullo. Pero de ahí en adelante, todo fue muy grato. Bueno, casi todo.
No puedo decir que no me gustara, que fuera feo, que no hubiera cosas para ver. Todo lo contrario. Lisboa tiene ese encanto decadente de las ciudades costeras, de los puertos antiguos, desgastados quizás por el viento y la sal.
Pero ¿no podían construir una ciudad sobre un terreno plano? Es que casi no hay una puta calle en horizontal. Todo es cuesta arriba o cuesta abajo. Y claro, algunas son subibles, pero otras son acojonantes.
De todas formas, los lisboetas se han ido acomodando a esos pequeños detalles: ascensores en medio de la ciudad, tranvías que suben y bajan por calles imposibles; autobuses y trenes que van de un extremo a otro. Y, hay que decirlo, el transporte público es barato, relativamente cómodo y bien señalizado. Nada que envidiarle a nadie.
En este viaje, nos dedicamos a conocer el Lisboa de la calle, paseando por los distintos barrios de la ciudad: la Alfama, el Barrio Alto, la Baixa, el Chiado y los alrededores, descubriendo cada día un nuevo lugar, un hito dentro del núcleo urbano.
Lo bueno de Lisboa es el contraste, ya que se funde lo antiguo (construcciones de varios siglos) con figuras modernas como la zona de la Expo 98, con el centro comercial Vasco de Gama, el oceanario, museos, empresas y hoteles. Punto aparte: el restaurante "Taste of India" en el Vasco de Gama es delicioso. Atendido por una familia hindú, la cocina es magnífica, el servicio rapidísimo y todo en su justa medida, incluso el precio.
No se pueden pasar por alto los nuevos bares, librerías, pubs, tiendas de diseño, entre otras que están apareciendo en medio de las zonas residenciales de los barrios más tradicionales de la capital portuguesa, porque merece la pena visitarlos y vivir esa fusión.
Debo decir que, aunque parezca increible, en Lisboa me tomé, creo, el mejor "Mojito" que me he tomado en mi vida. Justo en la subida del ascensor de la Rua de Bica, hay una serie de locales bastante interesantes. Este, en particular, me recordaba al "Tío Vinagre", el punto de encuentro que tuvieron Vanessa y Rosa hace un tiempo en Lavapiés y que siempre nos acogió tan bien. En fin, que el mojito estaba sensacional y la tosta de queso de cabra con tomate, aún mejor. Los precios, bastante razonables.
Y bueno, el resto ya fue pasear y pasear tranquilamente, disfrutar de las terrazas a la sombra, de la vista del río, de las agotadoras subidas y de una ciudad que, sin duda, tiene un encanto que muchas otras grandes ciudades quisieran. Es un destino ineludible.

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  1. mi querido y recordado gordo, que bueno que disfrutaste lisboa, siempre me ha parecido un destino atrayente. me imagino que no preguntaste por los platos que te encargue, ni viste manteles, pero bueno para que jodo si esas son cosas de mujeres.espero que tu pata mala no te haya molestado y que vengas en nov.
    meu corazao e com te
    roz

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