Tuve mi propio momento Titanic en el viaje a Nueva York. Cuando nos subimos al barco para dar la vuelta a Manhattan, me apoderé de la proa del barco y no me moví de ahí en casi todo el paseo (3 horas) sacando fotos de todo lo que se cruzaba por mi campo visual. Ahora entiendo cómo se me veía desde atrás, pero que pena que no pueda ver mi cara de felicidad: seguro que estaba sonriendo como un niño.
Hola guapo, no sabia que tenias un blog!!! Como me gusta los blogs de otra gente, escribes MUY bien!!
ResponderEliminarMuchas gracias guapa!!! Me apunto tu blog inmediatamente, aunque tardaré un poco más leerlo. Es lo que tiene el inglés... jejeje.
ResponderEliminarno importa mi niño, ya la imaginamos
ResponderEliminarMamá
Publicar un comentario