La comida como referente cultural

Uno de los libros que me regalaron en estas navidades, es "Por qué a los italianos les gusta hablar de comida" de Elena Kostioukovitch. Desde que vi la portada, no pude sentirme más identificado. Por un lado, la familia italiana que me precede. Por otro, porque siempre acabo hablando de comida y lo hago con pasión. Más que comida, de cocina. O de ambas.

Tal como prologa Umberto Eco y comenta la autora en la introducción, es llamativa esa necesidad de hablar acerca de alimentos y las mil formas de prepararlos, pero reconocen la base cultural, social, política y antropológica que hay en esta práctica tan habitual en el país de la bota (y en muchos otros sitios, aunque quizás sin tanta pasión). Curioso me resultó saber que en la cultura inglesa es mal mirado hablar de comida en las reuniones sociales, porque rebaja el nivel intelectual. ¡No saben lo que se pierden! Quizás por eso su cocina no es muy reconocida en el mundo gastronómico (o, simplemente, en el mundo).

Me gusta hablar de comida, leer sobre ella y, más que nada, prepararla, disfrutarla y compartirla. Muchos dicen que no merece la pena cocinar para uno. Para mí tiene el mismo efecto relajante y placentero, pero sí comprendo que falta ese momento de comunión con una o más personas en la que los sabores, los olores y las texturas se funden con los recuerdos y las percepciones particulares.

También me gustó el párrafo que dedica Kostioukovitch respecto a esas referencias culinarias a las que hacemos alusión en muchos momentos, citando a Andrea Tagliapietra, un filósofo dedicado a entender al pueblo italiano a través del imaginario colectivo desde la perspectiva de la cocina:

"Tenemos apetito de conocimiento, sed de saber y hambre de información, devoramos un libro, nos empachamos de datos... nunca nos hartamos de cuentos, nos comemos las palabras, rumiamos algún proyecto, digerimos a duras penas algunos conceptos mientras que asimilamos mejor unas ideas que otras. Nos bebemos las palabras de alguien que nos narra una historia sobre todo si emplea dulces palabras y evita hacer amargas consideraciones, comentarios ácidos o repulsivos o, peor aún, insípidos o desabridos. Por algo los cuentos más apetitosos son aquellos salpimentados de anécdotas graciosas, descripciones picantes y metáforas sabrosas".

Gran ejemplo, pero se refiere también un poco antes en el texto a expresiones tales como "hacer buenas migas", "bueno como el pan" o "no ser ni carne ni pescado". Visto lo visto, poco se puede separar la aventura culinaria de la vida cotidiana. Estoy condenado a seguir haciéndolo, sobre todo porque me gusta y porque es una conversación que poco conoce de diferencias: las sensaciones, los manjares y la imaginación eliminan muchas barreras. Y comulgo completamente con la idea que plantea Eco de conocer gran parte de la cultura de un lugar a través de sus platos: dice mucho no sólo del entorno, inmediato o ampliado, sino también de quien los sirve y quien los comparte con nosotros en la mesa.

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  1. Anónimo23:15

    No me imagino una familia italiana que no pase por la cocina, que no meta las manos en la masa o que no dsifrute un buen chianti. Cuando no sepas como unir a tu familia, solo cocina con ella,comparte los buenos momentos y las ricas comidas y lo demás vendrá solo.
    Mamma

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