Manifiesto del usuario: Internet, cultura y derechos de autor

El tema de los derechos de autor me pone enfermo. No entiendo las razones de calificar ciertas expresiones creativas como superiores a otras, cuando casi todas las labores profesionales implican una suerte de creación y de trabajo intelectual.

¿Por qué un compositor puede cobrar durante toda su vida por una canción -y 70 años después de su muerte-, independientemente de su calidad, y un profesor que elabora un material propio para el trabajo en el aula no lo hace?

¿Por qué un arquitecto cobra únicamente a la entrega de un proyecto y no recibe gratificaciones por su explotación mientras su obra sigue en pie?

¿Por qué un periodista no recibe pagos por la permanencia de sus artículos en una hemeroteca (y mucho menos por la cantidad de ejemplares vendidos que incluyen su trabajo) y el autor de la novela de turno puede cobrar por cada libro que se venda?

¿Qué convierte a ciertas manifestaciones creativas en algo especial? ¿No hay detrás de todo un negocio caduco y bastante turbio? ¿Por qué a la mayoría de la gente parece no importarle este tema? Demasiadas preguntas sin posibilidad de respuesta...

La Ley Sinde y el tema de Internet llevan consigo muchas cosas más. Pero, sin duda, los derechos de autor están detrás de los intereses legislativos de un grupo de presión más poderoso de lo que se piensa, capaz de doblegar a las autoridades en aras de las motivaciones particulares.

El problema inicial radica en que se quiere legislar sobre Internet como soporte (tal como se hizo con las fotocopiadoras o los CD), cuando su naturaleza no es la de un soporte, sino la de una red infinita, global y que, queramos o no, está por encima de las leyes estatales.

Así como el sistema económico y financiero tiene paraísos fiscales, siempre existirán "paraísos virtuales" donde se puedan alojar contenidos en la red que no estén al alcance de las leyes nacionales. Lo más preocupante es que, a partir de ese interés por preservar los derechos de autor, se pueden vulnerar derechos naturales -no adquiridos- como la libertad de información, de divulgación, de opinión, etc.

¿Por qué alguien habría de rastrear mis movimientos por la red para usarlos en mi contra? ¿Por qué esa información queda alojada en los servidores del proveedor del servicio? Nos quejamos de las cámaras en las calles, pero el seguimiento que se hace de los usuarios a través de la tecnología es todavía peor que el imaginado por Orwell en "1984".

El modelo que pretende esta cuestionada ley sobre Internet pretende mantener un modelo de negocio y una estructura legal obsoleta para la Red. Si realmente se quiere conseguir algo, lo que habría que cambiar es todo el sistema. Internet no es una tienda de discos o una emisora o un canal. Es todo eso y mucho más. Y hacer lo que se está haciendo en España -y en otros países del mundo- es desvirtuar el sentido de la Red, restarle fuerza y hacerla indigna respecto a su génesis.

Siempre digo que soy el primero que está dispuesto a pagar por lo que consume. No estoy de acuerdo en el acceso gratuito a todos los servicios. Pero como consumidor inteligente, exijo productos de calidad a precios razonables, como por ejemplo, Spotify. No estoy dispuesto a esperar años a que las cadenas de televisión se dignen a emitir una serie o un programa o un documental, siempre basándose en cuestionamientos económicos y nunca culturales.

En un mundo global, donde todo va a una velocidad abrumadora, hay que responder de la misma forma. ¿Por qué, por decir algo, tienen que emitir largas temporadas de "Aída" -producto desvirtuado donde los haya-, en vez de poner en televisión una serie como "In treatment" (En terapia)? El mal que ha hecho la medición de audiencias en cuanto a la difusión cultural es imperdonable. El modelo no está funcionando y la tecnología ofrece una gran oportunidad de alternativas interesantes. ¿Qué hacemos los usuarios? ¿Tragamos la mierda que nos dan o buscamos otras opciones? Pues la respuesta es muy clara: buscamos.

En suma, el modelo tiene que cambiar hacia una oferta mayor, rápida y razonable. No es que no quiera que hagan negocio. Que lo hagan siempre y cuando eso repercuta en un mejor servicio y mejores contenidos para mí y para todos los interesados. Pero no me ofrezcan películas dobladas como única opción (lo que está haciendo iTunes en España) o programas reciclados del archivo como alternativa. Eso no es un negocio inteligente y sostenible.

El "aquí y ahora" es un valor necesario e importante en esta sociedad de Internet. Si no lo encuentro, ya me buscaré las opciones para hacerlo. O no me quedará más remedio que comprar en el extranjero los productos que quiera ver, cosa que procuraré hacer saltándome las barreras de impuestos y aduanas para no dejarle dinero a un sistema obsoleto, abusivo, que no respeta al usuario y que solamente busca enriquecerse esgrimiendo el arte como espada, cuando no hay nada más dudoso que la calidad artística que nos intenta vender. He dicho.

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