Reflexión sobre (y con) los indignados

Como ya he dicho en entradas anteriores, me siento orgulloso y me emociona ver a la sociedad civil en movimiento. Por fin hemos dejado el largo letargo y estamos levantando la voz. Bueno, unos más que otros. Pero algo se está haciendo.

No obstante, creo que hay que tener en cuenta algunas cosas que están empezando a ocurrir:

a) Según leía en la prensa esta mañana, los comerciantes de la Puerta del Sol reclaman que la acampada (que ya va por los 10 días) les está afectando el negocio y piden soluciones: retirada de carteles, despejar las entradas, etc.

b) La acampada está perdiendo asistentes de forma marcada después de las elecciones. Otra noticia que he visto esta mañana y que los indignados explican por la presencia en los diversos barrios que acogerán las asambleas del sábado. No sé cuánto hay de cierto en esto, pero podría estar sucediendo.

c) Pese a una estupenda organización y a un espíritu cooperativo, muchas veces ocurre que el afán de protagonismo de algunos puede acabar por poner en peligro este "buen rollo" que se respira bajo las lonas del campamento (espero que no sea así y que mantenga su horizontalidad).

No estoy a favor de que el movimiento 15-M se acabe ni pierda fuelle. Pero antes de verlo peligrar desde dentro, ya sea por cansancio, por rencillas o por aspiraciones particulares, creo que es mejor una retirada digna, un descanso para todos los implicados -mucho más agotados, imagino, que quienes solo hemos estado allí algunas horas- y volver con fuerza el sábado 28 en las asambleas de los barrios.

Reflexiono, no opino ni emito sentencias. Solamente reflexiono, porque no me gustaría ver que esto que hoy tanto nos emociona y nos motiva, se pierda en cauces ajenos a los que nació. Recurriré a una frase que alguien soltó en una charla hace poco: la revolución comienza en la periferia, donde parece que no molesta. Quizás es el momento de dejar el centro de Madrid, desplazarse hacia la periferia de los barrios, coger fuerzas, y volver a ejercer la presión necesaria con la convicción de que las cosas pueden y deben cambiar.

Esto ha comenzado y no queremos que acabe.

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