Disfrutar de Bologna

Casi una semana después de mi cumpleaños, sigo todavía con restos de la celebración en la cabeza. Ese día me acompañaron con muchos saludos desde distintas partes del mundo y disfruté de cada mensaje recibido. Y el fin de semana me fui a celebrarlo a Bologna o Bolonia (a gusto del lector), que me acogió con bajas temperaturas y una feria dedicada al chocolate en todas sus formas.

Debo decir que la ciudad es encantadora. No tiene la belleza de otras como Arezzo, Siena o Roma; incluso tampoco es Florencia, pero es una ciudad llena de vida, agradable para caminar, con el contraste entre su larga historia y la vida universitaria que se respira en cada rincón.

Fue la primera vez que volaba con Ryanair y debo decir que no me pareció una aerolínea tan espantosa como la habían pintado. Es de bajo coste, pero no muy distinta a las otras en las que he viajado antes. El vuelo de ida fue muy tranquilo y el de vuelta se vio enrarecido por 3 pasajeros borrachos que nos amargaron el viaje sin que nadie hiciera nada al respecto.

Como dato de vital importancia, quien quiera comer o cenar en Bologna tiene que reservar. Pese a tener suerte y encontrar 3 lugares donde la comida estaba bastante bien (calidad + cantidad + precio medio), las recomendaciones fallaron todas porque era imposible conseguir una mesa.

Por lo demás, es indispensable caminar: recorrer el centro, las puertas centenarias, callejear sin rumbo (no es una ciudad difícil para ubicarse) y disfrutar de sus rincones, de los 37 kilómetros de pórticos que se encuentran en el casco antiguo. Me gustaron las vistas desde lo más alto de la torre que está cerca de la Piazza Maggiore, pero la subida no es recomendable para corazones frágiles, personas que sufren de vértigo ni para piernas débiles. Son casi 600 escalones que nos llevan a cerca de 100 metros desde el suelo hasta el cielo. Quien pueda subir, que disfrute de las vistas a 360º.

Una de las mejores cosas que se pueden disfrutar en Bologna es su gastronomía: los dulces, el café y la comida. Cuna del ragú, la lasagna, los tortellini (que se sirven "in brodo", en caldo... ¡deliciosos!), y de quesos como el parmesano y el grana padano.

Tema aparte fue la feria de chocolate (www.cioccoshow.it), una obscenidad dulce que me dediqué a evitar durante mi estancia. Finalmente conseguí resistirme a las tentaciones, pero me guardo la cita en la agenda para un futuro viaje al más puro estilo bacanal.

Destino recomendable y no especialmente caro (no más que muchas otras ciudades europeas), con múltiples posibilidades (compras, gastronomía, librerías, iglesias, exposiciones, actividades culturales, conciertos, teatro, etc.). Yo, por supuesto, volveré apenas pueda.


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  1. Anónimo19:57

    Listo, borro a Bologna de las ciudades por conocer, ya la recorrí a través tuyo y ahora a preparar mas viajes, para que desde mi escritorio, sin cansarme ni estresarme, disfrutw de la Bella Italia

    Mamá

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