¡La educación sí es un derecho!

Axel Kaiser, autor de una columna de El Mercurio.com que ha encendido las redes sociales en Chile y más allá de sus fronteras, propone en ¡La educación no es un derecho! que existen una serie de "bienes económicos" que arbitrariamente se han reconvertido en derechos por interés de ciertos grupos.

Según el autor, la educación no sería más que "un bien escaso que satisface necesidades o deseos" y niega que esta sea un "derecho social", porque la sociedad en sí misma "no es más que una abstracción, y las abstracciones, a diferencia de los individuos, ni pueden ser titulares de derechos, ni por supuesto tampoco sujetos de obligaciones. Un derecho llamado "social", entonces, no es más que una exigencia de beneficios materiales que un grupo determinado de individuos plantea a otro grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio".

No obstante, me gustaría recordarle a Kaiser que la educación está considerada como uno de los derechos humanos y no únicamente como derecho social, por lo cual sí es inherente al individuo y no a esas "abstracciones" incapaces de ser titulares de derecho. Es curioso que el autor de la polémica columna solo recurra a los derechos "sociales" como argumentación, cuando ellos no son otra cosa que parte del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC, o ICESCR en inglés) que a su vez forman parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos de la ONU.

De todas formas, es interesante fijarse en pequeños detalles: Kaiser sostiene que los "derechos sociales" pertenecen a la "sociedad" a la que califica de abstracción; pero, la propia definición que da la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, se refiere a ellos como "inherentes a la persona", sin mencionar que sean individuos en sociedad quienes puedan disfrutar de esos derechos, sino cada persona por el simple hecho de existir.

Además, es necesario aclarar que el Gobierno de Chile ratificó los contenidos tanto de uno como de otro. El PIDESC, cuyo artículo 13 establece que "Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz". El texto completo se puede leer en http://www.bcn.cl/lc/tinterna/tratados_pdf/tratado_dani616.pdf.

Con estas aclaraciones, es absolutamente necesario reconocer que la educación sí es un derecho y no un bien escaso o un servicio. El ser humano, dueño inherente de derechos atribuibles a la persona por el simple hecho de haber nacido (no olvidemos que los derechos humanos son aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición), tiene derecho a la educación según el derecho internacional acordado y ratificado por los países miembros de la ONU. De esta manera, su artículo 26 establece 3 ideas muy claras:
  1.  Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
  2.  La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
  3.  Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Si a alguien todavía le queda alguna duda de que la educación es un derecho, sería interesante comprender que el individuo no es un beneficiario de la educación, es decir no debería ser un "comprador de un servicio" ni el "receptor de un acto benéfico", sino que es sujeto de un derecho propio ligado a su existencia. Entender la educación de cualquier otra forma no es más que una tergiversación ideológica economicista con profundos intereses particulares.

Si queremos hablar de beneficios otorgados por la educación, deberíamos dejar de lado los puramente económicos y centrarnos en los beneficios cívicos, sociales, humanos, profesionales y personales que aportan al conjunto de la sociedad, de la Nación, del Estado, que no son abstracciones sino realidades concretas en las que vivimos a diario.

Un sistema educativo eficiente y universal es la herramienta capaz de eliminar lacras como el tan arraigado clasismo, que predetermina a la persona a un desarrollo dependiendo del entorno socioeconómico y cultural en el que ha nacido, echando por tierra las opciones de movilidad social y emprendimiento personal. Una ciudadanía educada permite mejorar los índices económicos, pero también mejora la convivencia social y ciudadana. Si el objetivo de la educación no fuese solamente hacia la consecución de una mejor posición económica, sino donde el individuo sea reconocido por los demás haciendo uso de valores tan necesarios como el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad, Chile tendría muchas mejores herramientas para enfrentar un nuevo período de su historia, con más y mejores técnicos y profesionales, apostando por la innovación, la investigación y el desarrollo; y, sobre todo, dejando atrás las estructuras colonialistas y postcolonialistas sobres las que se sigue estructurando la sociedad, una sociedad que no termina de entrar en el siglo XXI.

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