Storytelling

La narración oral es una de las mayores (y mejores) herramientas para la transmisión no solo de conocimientos y datos, sino también de tradiciones y culturas ligadas a la tribu (en el contexto de entorno inmediato), a la tierra (en cuanto a la proporción geográfica en la que comenzamos y desarrollamos nuestro proceso de socialización) y a las creencias que son transmitidas por quienes nos educan, lo que acaba por conformar nuestro universo particular.

A lo largo de la historia, la narración oral ha sido la que ha fijado los valores tradicionales y temporales en los individuos, ya sea a través de cuentos y leyendas, poemas, canciones o plegarias; pero también lo ha hecho en la vía de la educación –formal, informal y no formal– en los distintos niveles. Actualmente, esa narración ha cobrado nuevos bríos con las nuevas tecnologías y la facilidad de acceso a información que antes nos era ajena, lejana y prácticamente inalcanzable.

De la mano de disciplinas como el marketing y la publicidad, esa narración oral ha sido rebautizada como storytelling, que no es otra cosa que la intencionalidad detrás de la comunicación de llegar a emocionar al otro, de fijarnos en la mente de los demás a través de sus sentimientos.

Si entendemos que la tradición oral tenía como intención, además de educar, preparar al individuo para manejar conflictos, para enfrentarse a procesos emocionales y concretos a lo largo de su vida, o incluso para predecir el futuro o adelantarse a los hechos, el storytelling actual tiene una intención diferente: hacer que el otro se identifique conmigo y con mi mensaje, para poder crear lealtad y despertar su interés a través de la apelación de los sentimientos comunes que podemos tener o a los que podemos provocar con nuestra “narrativa”.

Planteado en términos “economicistas”, no es más que una técnica de venta, de persuasión. Pero visto desde el punto de vista comunicacional, es precisamente la herramienta que nos permitirá llegar al interlocutor, hacer que nuestro mensaje penetre la barrera que el entorno nos plantea (falta de atención, elementos distractores, etc.) y fijarnos en su mente para que nuestro mensaje cumpla el fin para el que fue creado: emocionar, involucrar, educar, identificar, persuadir…

Y la escuela, el aula, el espacio educativo más ínfimo, no debe permanecer ajeno al storytelling en su vertiente positiva: la de generar interés y emocionar al público. Esto no significa volver únicamente a las clases magistrales y a la comunicación unidireccional en el aula, y mucho menos a dejar fuera a las nuevas tecnologías. Más bien implica integrar todos los elementos con los que contamos y convertirlos en herramientas que nos permitan narrar historias, contar nuestro mensaje de la mejor forma, para que el resultado sea óptimo.

No hay fórmulas en el storytelling y eso es lo complicado, porque requiere un proceso de introspección para encontrar nuestra voz, aquella que es capaz de transmitir conocimientos, cultura, tradición y valores a través de los sentimientos y de las emociones. Pero, una vez que hayamos encontrado esa voz, llegar a implicar a nuestro alumnado será cuestión de segundos y nuestro mensaje habrá conseguido fijarse donde tiene que hacerlo: en la mente y en el corazón.

(Publicado en la página web del Periódico Escuela)

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  1. Anónimo21:38

    Como siempre, me encanta tu manera de escribir, clara, precisa y exacta, me encanta lo que planteas, de hablar en cualquier momento con palabras que entren en la mente y el corazón, y sobretodo me encanta que seas nuestro hijo. En estos tiempos de poco "tiempo" para capturar a nuestro(s)interlocutor(es)es necesario que las palabras sean pocas y el contenido mucho.

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