Un terremoto geológico y emocional


La primera persona de mi familia que se enteró "oficialmente" de mi homosexualidad fue mi hermano. Vino una vez a Madrid, hace muchos años, pero fue un viaje fugaz en el que estoy seguro de que ambos queríamos hablar, pero que al final resultó en una cena bastante inocua y un par de paseos por la ciudad que no llegaron a nada, a pesar de que lo llevé al corazón de Chueca, el barrio gay por excelencia... pero bueno, cuando las cosas no deben ser, sencillamente no son. Y, pese a que estuvo en casa y mi pareja y yo habíamos "preparado" una performance de diseño que no se sostenía por ningún sitio, todo quedó igual.

Luego vino una segunda vez, con más preparación y con más días para estar conmigo. Esta vez decidí tomar el camino grande, hablar con él y salir del armario (del clóset). Decidido, lo fui a esperar al aeropuerto. Estaba yo en la T4 más nervioso que nunca. En eso, le veo salir con una conocida de la infancia, estuvimos hablando un rato y después me dijo que nos fuéramos a casa (donde me esperaba mi novio, quizás más nervioso que yo). Le pedí que tomásemos un café, que no había prisa. Nos sentamos y él no paraba de contarme cosas que, en ese momento, no registraba ni procesaba. Solo recuerdo mirarlo de reojo, mientras jugaba peligrosamente con una taza de café, pasándomela de una mano a otra. Él seguía hablando y yo respiraba, tratando de juntar las ganas. 

Finalmente, cuando el café se había terminado hace rato y no quedaba mucho más que hacer ahí, le dije, con una suavidad apabullante: "Mira, soy gay y tengo pareja (que él ya conocía como mi "compañero de piso"). Si te gusta te vienes a casa y si no te busco un hotel". Me miró con su templanza habitual y me dijo: "Ok. Vamos a casa". Nos levantamos, me abrazó y nos fuimos. Subimos al taxi mientras yo hiperventilaba y conseguía recuperar parte del oxígeno perdido en las últimas horas. Hasta que me dijo: ¿Por qué no le llamas y le dices que vamos para allá?". ¡Evidente! No le había dicho a mi novio que íbamos hacia casa... mejor avisarle antes de encontrarnos en la puerta.

Llegamos a casa, comimos juntos, los tres; hablamos de la vida, de todo y de la familia. Pero ese tema quedamos de hablarlo a su regreso, ya que iba a estar en Barcelona unos días y volvía a Madrid. Mientras, yo me quedé pensando seriamente en hacer pública mi homosexualidad con mis padres y mi hermana, sopesando una vez más (como si no lo hubiera hecho ya mil veces) todos los pros y los contras.

Cuando volvió estaba decidido: se lo diría, pero a través de una carta que tenía escrita y que esa semana corregí, aumenté, edité y leí mil veces, hasta sentir que decía todo lo que tenía que decir. Mi hermano se la llevó, ofreciéndose a ser el mensajero. A los pocos días volvió a Chile. Era el 26 de febrero de 2010, se lo contó a mi cuñada, quien se emocionó y me dio todo su apoyo.

Al día siguiente, más bien en la madrugada, uno de los terremotos más devastadores arrasó con la zona central de Chile y, por supuesto, que mi carta quedó postergada. Yo esperaba que durante un buen tiempo, lo que me permitía relajarme y esperar tranquilamente a que todo pasara. Pensaba que dos o tres meses estaría bien, pero no contaba con mi hermano: el 10 de marzo de 2010 recibo un mensaje que dice: "Están leyendo la carta". Recuerdo que estábamos cenando en casa con una amiga que se quedaba esa noche aquí y casi vomité al leerlo. Inmediatamente me levanté, empecé a caminar por la casa... Recibía mensajes a cuentagotas, informaciones de cómo había sido y poco más.

Finalmente, me llamó y me dijo que estaba todo bien, que me llamarían después, que le contarían primero a mi hermana y que me quedara tranquilo. Mis nervios no podían más... Al poco rato me llamó mi hermana para decirme que me quería y que mi madre no podía hablar de lo emocionada que estaba. Pero, al final, ella se puso al teléfono y los dos, entre hipos y lágrimas, hablamos un poco y me prometió respuesta escrita. Es de familia lo de entenderse mejor escribiendo... Mi padre había tenido que salir y se tomaría su tiempo para responder, no porque estuviera en shock o algo así, sino porque la templanza de mi hermano tiene denominación de origen y ante una noticia así él necesitaba tiempo para digerirlo y para redactar su respuesta.

¿Por qué cuento todo esto? Porque eso fue, en suma, mi salida del armario. Con terremoto geológico y emocional, pero ya está. Después de eso, todo ha ido sobre ruedas. Atrás se quedó el miedo, el silencio, el no poder compartir con ellos mi vida y el intentar apartarlos de mi mundo privado. A los pocos meses me fui yo solo a verles, porque necesitábamos tiempo para hablar, para resolver dudas, plantear preguntas y ofrecer respuestas... simplemente, para ver que seguíamos siendo los mismos.

Como ya conté antes, siempre intentaba ponerme en todas las posibles reacciones de mi familia. Pero, incluso en las mejores fantasías, nunca fue tan buena como la realidad. El miedo nos paraliza, a mí me paralizaba. Pero eso quedó atrás y hoy puedo decir con total y absoluta certeza, que Todo Mejora. Que nunca penséis en haceros daño por vuestra homosexualidad y no permitáis que nadie os haga daño por ello. Cada día somos más los que podemos ayudaros, los que podemos escucharos y compartir con vosotros nuestras historias, nuestras emociones, nuestra vida. ¡Ánimo!

1/Post a Comment/Comments

  1. Anónimo21:50

    Si, lo recuerdo hijo, y no me extraña el comentario de Andrés, creo que fué bastante mas largo, a veces solo es ok.La verdad en cualquier situación es lo que mas ayuda a sanar.La mentira o el ocultamiento trae mucho dolor y al final a veces, la verdad, se sabe cuando no hay como hablarlo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente