¡Preocúpese... y mucho! (Religión, homosexualidad y redes sociales)

Leo una noticia en la Red que habla sobre una pastoral de padres y madres de hijas e hijos LGBT, es decir, un grupo de personas que creen firmemente que se puede integrar la diversidad sexual al alero de la Iglesia Católica. Para ello cuentan con la ayuda de religiosas y sacerdotes, y realizan distintas actividades (el artículo completo se puede leer aquí).

Más allá de lo interesante o no de la iniciativa (que a mí me parece muy válida y necesaria para muchas personas que no saben lidiar con la diversidad sexual de sus hijas e hijos), quiero fijarme en los comentarios, que es un ejercicio que, a pesar de todo lo desagradable que puede resultar, creo que muestra varias cosas:

1. La gente no tiene filtro y claramente no sabe ni plantear una argumentación, ni rebatir ni mucho menos debatir.
2. El nivel educativo es bajo. Medio como mucho.
3. El uso de las redes sociales y su masificación requieren con urgencia el desarrollo de una competencia tecnológica y de educación cívica, ambas absolutamente necesarias para evitar comentarios como los que siguen.

La Real Academia Española dice que matrimonio es "Unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses". Es más, hace referencia también a lo que significa para la religión católica: "En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia". En ninguna de ellas se habla de procreación. Y vuelvo siempre a la misma cuestión: ¿Una pareja estéril o que no desea tener hijos no debería poder acceder al sacramento del matrimonio? Es una ridiculez de tal magnitud, que no me voy a detener más en ella. Pero, curiosamente, es uno de los argumentos más utilizados.


Otro más. No queremos ser hermafroditas ni reproducirnos por parto natural. Somos homosexuales, pero comprendemos cómo funciona el cuerpo humano. Nuestra misión no es perpetuar la especie ni salvar a la humanidad. No tenemos por obligación que repoblar la Tierra, que ya somos muchos...


¿Perdón? No intentamos imponer nada, solo queremos vivir en plenitud de deberes y derechos civiles, como todos los demás. Su hogar, su familia y su entorno es cosa suya, no mía ni nuestra (si es que realmente fuésemos un colectivo organizado, como muchos creen).


De verdad que no pretendo hacerle daño a nadie. La manifestación del amor, del cariño, del deseo de hacer el bien, de cuidar, de proteger, etc., creo que nunca es un mal ejemplo para nadie, como sí lo es la manifestación del odio, la violencia y la falta de educación generalizada.

Solo puedo reírme ante este argumento. Lo siento, no da para más...


Este señor da muchísimo juego. Insisto, no soy un mal ejemplo para nadie. No pretendo ni siquiera ser un buen ejemplo. Ahora, la relación curas = homosexuales es casi tan absurda como la de homosexuales = pederastas. Conozco a muchos gays y lesbianas, y ninguno de ellos jamás ha tenido la intención de abusar de menores de edad. Sacerdotes conozco varios también y tampoco quieren hacerlo. Dar por hecho que así es, es una visión reduccionista y claramente interesada de una realidad muy particular y sesgada. Abusos hay y ha habido, pero ser cura y/o gay no es un condicionante definitivo.

Lo que me resulta más preocupante de todo esto es como se transmiten esas creencias erróneas, esos prejuicios y esas opiniones aberrantes, sobre todo entre personas que predican su fe (todas ellas lo hacen) a través de sus redes sociales. Hablan del amor de Dios, de la luz que ilumina la Tierra, de la primera, segunda o tercera venida del salvador, citan versículos de la Biblia, recurren a cursis fotografías y a manidas citas para expresar su calidad de "buenas personas" y desear lo mejor para los demás. Pero ojo, solo para los demás que sienten, piensan y viven como ellos. ¡No se equivoque!

Los intentos de padres y madres por hablar de la diversidad sexual de sus hijas e hijos en sus entornos religiosos o entre sus amistades, son muchas veces acallados por comentarios violentos, por reacciones de absoluta intolerancia y falta de respeto. Sé de alguien que se golpea el pecho a menudo en (y desde) el altar, que es progresista políticamente, pero que pone obstáculos a cualquier intento por abordar el tema desde dentro de la Iglesia.

¿Por qué no podrían hacerlo? No me parece incoherente. Es más, creo que para las personas creyentes sería un gran alivio poder contar con espacios dentro de su propia fe en la que expresar sus alegrías, sus dudas, sus penas, como parte de esa pastoral familiar que al menos para los católicos es tan relevante. Pero esa pastoral no debería ser únicamente para familias, en apariencia, "modelo", porque todos sabemos que de esas hay poquísimas, por no decir ninguna. No vaya a ser que alguien se sienta ofendido. Las familias son de todos los gustos y colores, y el error está en querer imponer un único modelo.

Si volvemos a la RAE para definir familia, vemos que ninguna de las dos primeras acepciones (1. f. Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas, y 2. f. Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje), ni ninguna de las otras ocho que allí se encuentran, hace mención al género, cantidad o calidad de sus miembros. Y vuelvo a lo que comentaba antes: en general, los intentos por establecer rangos o categorías de familias por su composición, casi siempre acaban en un error grave de omisión intencionada o casual.

Las familias existen desde el momento en que dos o más personas comparten un techo, una relación, un proyecto de vida, afectos, sentimientos, etc. Pero nada de habla de procrear, de educar en la religión, de multiplicar... Simplemente habla de afinidad, de afectos, de relaciones, de vínculos. Añadirle más condicionantes lo único que hace es enturbiar un concepto que nos pertenece a todos, pero que algunos se han apropiado de forma arbitraria, sintiéndose con la superioridad moral de calificar a otras agrupaciones familiares que para su reducido concepto de mundo resultan incómodas (y realmente no sé por qué, puesto que ¿de qué manera mi vida con mi marido podría alterar el funcionamiento del grupo familiar que vive en el 8ºC o en el 5ºA o en el 2ºD?).

Además de pensar en esto último, simplemente piense. Hágalo, no le hará daño. Piense en que si mi vida es una elección, como usted quiere hacernos creer, ¿por qué habría elegido una que me traería tantas complicaciones en vez de ser un heterosexual más? Después piense en algo más simple aún: ¿eligió usted ser heterosexual? Yo no soy gay por decisión, simplemente lo soy. Y al menos tengo la decencia de asumirlo y aceptarlo, no como otros que se esconden en relaciones con personas de distinto sexo para que nadie vaya a darse cuenta. Tenga usted la decencia de guardarse una opinión que nadie le ha pedido, en primer lugar, y cuya base tiene la misma credibilidad que cualquier libro de ficción, ya sea El señor de los anillos o Harry Potter. Lea más, escuche más y, sobre todo, hable menos.

Y no escriba si no sabe hacerlo... Se lo pido de todo corazón. Y, antes de irme, solo quería decirle que si usted llegó a la publicación de mi blog en la que hablo de mi matrimonio a través de Facebook, mire bien su historial de navegación o repase sus gustos y amistades, o pregúntese por qué llegaría a leer algo que, según usted, abomina: el anuncio iba dirigido a un público LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) con interés en el matrimonio igualitario y en las relaciones entre personas del mismo sexo. Siguiendo su propia línea de pensamiento: ¡Preocúpese... y mucho!

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